Me desperté helado hasta los huesos. Debían de ser las 6 de la mañana. El ruido estridente del movimiento de la ciudad acabó despertándome. Las aceras se habían llenado poco a poco de vida. Masas de gente se movían de un lado para el otro, formando un revuelo insoportable. Los coches se apiñaban como titanes de plástico y chapa en cada paso de peatones. Para todo el mundo había empezado un día de trabajo como cualquier otro. Para mí había amanecido de nuevo, anunciando que la lucha por sobrevivir volvía a empezar una vez más.
Kitsune
UNA CASITA PARA ESTOS INFELICES
Hace 14 años