domingo, 4 de mayo de 2008

Tiempo

Las olas chocaban contra las rocas. El agua provocaba un susurro agradable para los oídos que se rompía con el choque de cada ola contra la roca en un ciclo infinito. La noche, negra como el azabache se extendía antes mis ojos, mientras observaba el mar desde el mirador, sobre la playa. Un barco a lo lejos parpadeaba con luces tenues, como queriendo llamar la atención. El faro lanzaba destellos cíclicos cada pocos segundos. En un restaurante cercano al mirador sonaba música alegre, y en sus entrañas las mujeres bailaban, los hombres bebían y fumaban, y los niños correteaban de un lado para otro, jugueteando entre ellos. La noche era apacible, la más apacible que había pasado en mucho, mucho tiempo. Me entraron ganas de bajar a la playa. Cuando bajé me quité los zapatos. Me gustaba sentir la arena bajo mis pies, entre los dedos. Me hacia sentirme más unido al mundo. Me senté en la arena, lo suficientemente cerca del agua como para que en cada ola me tocara los pies. Cogí un puñado de arena y lo dejé escapar entre mis dedos, como si del tiempo se tratase. Como si fuese la arena en mi mano, el tiempo se deslizó, y me pasé la noche en la playa observando el mar y las estrellas.

Kitsune

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cada vez que te leo, consigues que una lagrimilla me resbale por la mejilla.

Eres unico, no cambies! ^^

Como no negro como que? Como el azabache... xD

Atentamente, Atrium.