La noche se cernió sobre mi cabeza antes de que pudiese darme cuenta. Mi gabardina no era suficiente para parar el frío, que penetraba por debajo y por el cuello del abrigo. Hundí la cabeza en el cuello alto y seguí caminando. Empezaba a echar mucho de menos mi estufa. Nubes negras como el azabache ocultaban la Luna. Un relámpago surcó el cielo, y poco después un sonido atronador quebró el silencio nocturno. Empecé a acelerar el paso, temiendo que empezara a llover. Por desgracia para mí, el temor no tardó en materializarse en forma de una inundación de gotas de agua que caían como agujas sobre mí, calándome y dejándome empapado. Cuando empezó a llover dejé de andar rápido, y empecé a echar más de menos aún la estufa. Llegaría mojado de todas formas... Así qué, ¿Para qué ir más rápido? Dejé que la lluvia recorriera mi rostro, haciéndome cosquillas en las mejillas. Me gustaba sentir la lluvia en la piel. Esa sensación, junto con el ruido que producía la lluvia, que parecía poesía para mis oídos, me hacía sentirme vivo.
Kitsune
UNA CASITA PARA ESTOS INFELICES
Hace 14 años
1 comentario:
Muy buena si "señó".
Me ire pasando y leyendo, aber si sigues asi ^^
Asta otra! (8)
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